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viernes, 13 de noviembre de 2015

Unos microbios viven al límite en el fondo del Pacífico

Una comunidad bacteriana, enterrada bajo el fondo marino durante 86 millones de años, vive extremadamente despacio para sobrevivir.
Desde los años 90 sabemos que los microbios pueden vivir en sedimentos del océano durante millones de años, pero hasta ahora no se sabía qué hacían para sobrevivir.
Para descubrirlo, los científicos recogieron bacterias de 11 puntos situados a decenas de metros bajo el lecho marino del llamado Giro del Pacífico Norte, un sistema de corrientes marinas rotativas que abarca gran parte del Pacífico.
Este Giro «da vueltas una y otra vez, como una enorme cazuela, sin intercambiar agua con el resto del océano», afirma el director del estudio Hans Røy, geomicrobiólogo de la Universidad de Aarhus, en Dinamarca.
Se trata, por tanto, de una zona extremadamente pobre en nutrientes.
Al analizar el terreno con sensores de oxígeno, el equipo de Røy descubrió que las bacterias de estos sedimentos consumen oxígeno en cantidades mínimas y a un ritmo extraordinariamente lento. Es más, observaron que viven del mismo suministro de carbono orgánico que quedó atrapado con ellas.
«Abandonaron la superficie cuando todavía había dinosaurios, y siguen comiendo lo mismo que comían entonces», afirma Røy.
Y no están solos: estos microbios podrían ser los organismos más comunes del planeta, representando hasta el 90% de los organismos unicelulares de la Tierra.
Difíciles de decodificar
Los científicos no saben todavía mucho sobre estas bacterias, y ni siquiera les han puesto nombre, ya que su ADN no se corresponde con ninguna especie conocida.
«Es como tener las huellas de un crimen pero nada con lo que compararlas», añade Røy. Y a nivel genético, «no se parecen a nada que conozcamos, lo que limita la utilidad del ADN».
Para mayor dificultad, en el laboratorio «no conseguimos cultivar la mayoría de los organismos encontrados en las profundidades del mar», señala el microbiólogo marino Danny Ionescu, que no participó en el estudio.
«A menudo intentamos sobrealimentarlos, cuando están acostumbrados a condiciones muy pobres», añade Ionescu, del Instituto Max Planck de Alemania.
Por ello están adaptados para reproducirse muy despacio, a diferencia de otras especies de bacterias que se multiplican por millones en pocos días.
Por otra parte, tratar de cultivar este tipo de bacterias en una placa de Petri es como «mirar un árbol para ver si crece», afirma Røy, cuyo trabajo será publicado en la revista Science.
Vida a cámara lenta
Afortunadamente, no fue difícil averiguar el tiempo de vida de las bacterias del Giro del Pacífico Norte. «La naturaleza lo hizo todo por nosotros», declara Røy.
Para empezar, es fácil determinar la edad de las capas de lodo que se encuentran bajo el Giro, puesto que los sedimentos se acumulan a ritmo muy lento, como un milímetro cada mil años.
El equipo empleó sensores de oxígeno para determinar cuánto oxígeno «había desaparecido» de las capas de sedimento por culpa de las bacterias.
«Es un cálculo sencillo: medir el oxígeno que entró y compararlo con el que no salió».
A partir de estos datos, los científicos concluyeron que cada bacteria se reproduce entre una vez cada cientos de años y una cada miles de años, lo que no representa ningún récord: otros organismos, como las esponjas, pueden vivir más.
Lo que hace este descubrimiento realmente «fascinante», según Ionescu, es que nos muestra cómo puede haber vida con tan poco.
Esta forma de vida «a cámara lenta», añade, «sobrepasa los límites de la vida tal y como la conocemos».

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